La Mazorca de Rosas
Por Juan Carlos Pola Raffo
Historiador Correntino
26 Febrero 2020
La Mazorca, una verdadera gestapo que ni Stalin y Lenín la armaron tan bien....
La Mazorca
El Partido de Rosas estaba escindido en dos fracciones y el fanatismo y el temor lo llevan a Rosas a la creación de “La Mazzorca”, al mando del terrible y temido Ciriaco Cutiño, un grupo paraestatal que asesinaba a los opositores.
A Ciriaco Cutiño lo secundaba Andréss Parra y entre los subordinados de éstos, trascendieron nombres como los de los oficiales Silverio Badía, Manuel Troncoso, Fermín Suárez, Estanislao Porto y Leandro Antonio Alem. Este último era el padre de Leandro Alen, el cual cambió su apellido para no ser víctima de discriminaciones. También formó parte Cirilo José Moreira, padre del célebre gaucho Juan Moreira, un español extremadamente feroz que fue fusilado en 1842 por orden del mismo Rosas.
Además, la Mazorca contó con la colaboración del periodismo rosista que rápidamente monopolizó la prensa. Entre sus miembros se destacó Nicolás Mauriño quien, además de ser policía, fue un periodista de temer que tuvo a su cargo la compaginación del periódico La Gaceta Mercantil siguiendo los lineamientos y apuntes que le deba el propio Rosas u otros mazorqueros.
Por su parte, la Sociedad Popular Restauradora se convirtió en una entidad muy singular al ingresar a la misma personajes notables de la sociedad, incluso millonarios como Juan Nepomuceno Terrero o Nicolás Anchorena y generales como Agustín de Pinedo, Lucio N. Mansilla (cuñado de Rosas) y Estanislao Soler. Si bien no ha quedado registro, se cree que entre sus fines estaba la financiación de la Mazorca, y quizá la fijación de objetivos. Realiza ataques a cualquier posible oposición en la ciudad y en el campo, los comandantes pudieron actuar sin límites contra toda disidencia. El partido federal no sólo no volvió a tolerar disidencias externas, sino que consideró como traición cualquier gesto de independencia frente a Rosas.
ASESINATOS DE OPOSITORES Y ABORÍGENES
Dijo Félix Frías: “Yo vi el espectáculo horrible de 60 indios fusilados por orden de Rosas en la plaza del Retiro en Buenos Aires. Los cadáveres de aquellos infelices, muchos de ellos con resto de vida, fueron amontonados en los carros, que los condujeron al panteón. Rosas se proponía por medio de esos espectáculos sangrientos enseñar la obediencia al pueblo de Buenos Aires. ¡Y cuantas veces ha sido preciso repetir aquella bárbara lección! […] En octubre del año 40 y abril del 42, La Mazorca y los empleados de Rosas en bandas recorren día y noche las calles de Buenos Aires, degollando a los individuos cuyos nombres Rosas les ha dado. Cuando habían degollado 10 a 20 disparaban un cohete volador, señal a la policía para que mandase carros que llevasen al cementerio los cadáveres”.
Pocos hicieron hincapié en su salud. En ese sentido se destaca el estudio realizado por José María Ramos Mejía, médico e historiador, donde asegura que Rosas sufría "arrebatos de insania". Rosas protagonizaba episodios durante los que saltaba del caballo y empezaba a correr, agitando las extremidades y lanzando gritos descomunales. Finalmente caía al suelo, agotado. Para sus médicos -a quienes Ramos Mejia entrevistó- todo era fruto de los "excesos de vida".
Florencio Varela: “El sistema rosista consiste en que no tengamos hogar, ni propiedad, ni libertad individual; en que la mitad de una generación se pase con las armas en la mano; en que los campos no se cultiven, y la educación se abandone, y ningún trabajo útil se emprenda, y los principios de la moral se vayan poco a poco abandonando, hasta desaparecer y dejar al hombre la sola vida estúpida y material que se asemeja a la bestia; si, en eso consiste, mandones dementes y frenéticos.
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